Os voy a sacar de una común confusión. Cada 19 de noviembre se celebra el día de la mujer emprendedora (no de la mujer empresaria, ojo al dato). A menudo se habla de emprendedora, o emprendedor, con un cariz, algo así como, ‘pobrecilla’”, está empezando. Sin embargo, al decir empresaria, la boca se llena de orgullo. “Es toda una empresaria”, aseguran.
La base está en una falta de claridad en los conceptos. Resulta, que hay muchas emprendedoras que son también empresarias. De hecho, la mayoría lo son. Sin embargo, no todas la dueñas de empresas, por facturaciones millonarias que tengan, son personas emprendedoras.
‘Emprender’, ciertamente como dice la RAE, significa acometer/comenzar una obra, un empeño. Pero no dice nada de que el término esté relacionado con la primera vez que una persona inicia un negocio. Lo que está diciendo, es que el emprendedor, para considerarse tal, ha de tener en su ADN una constante iniciativa de poner en marcha algo nuevo, de crear, de generar ideas, de rediseñar lo ya existente.
Ambas, empresarias y emprendedoras, perseguimos cumplir objetivos y tener beneficios, pero en el caso de las personas emprendedoras, su prioridad es cumplir con los retos personales y sociales que se han marcado. No se trata de que una figura sea mejor que la otra, son distintas, nada más.
Y escribiendo esto, tomo conciencia de porque decidí mentorizar a emprendedoras. Como a muchas de las mujeres con las que trabajo, la inquietud de ayudar a otras personas, no como una intención, sino como una necesidad irrenunciable, y el deseo, también irrenunciable, de contribuir a algunos cambios sociales, son la base de nuestro modelo de negocio.
Ambas, emprendedoras y empresarias, debemos sentirnos orgullosas de nosotras mismas, lo importante no es el nombre que le demos, sino que seamos conscientes y coherentes con nuestra elección.
Mayte Carvajal
Mentora de emprendedoras