Normalizar la discapacidad

Artículo de opinión

Cuando tienes un hijo con discapacidad, no solamente tienes un “trabajo” por delante para conseguir que tenga la mayor calidad de vida y autonomía posible, sino que también nos toca “trabajar” para concienciar y sensibilizar a las personas que, de alguna u otra manera, interactúan con él. Evitar la compasión, la sobreprotección, el infantilismo o el ninguneo en el que caen una buena parte de la sociedad en su interacción con las personas con discapacidad, es vital para su autoestima.

Y es que, a día de hoy, la discapacidad sigue siendo un tabú. En un mundo cargado de estereotipos, etiquetas y prejuicios que limitan bastante su normalización, sólo cuando te toca vivirlo en primera persona tomas conciencia de su verdadera realidad.

Eso me ocurrió a mí.

El nacimiento de mi hijo Álvaro en 2002, con Síndrome de Down, me provocó, por lo inesperado, un shock tremendo, un estrés emocional y físico que poco a poco fui superando, a medida que iba derribando prejuicios y conociendo sus capacidades. Porque las tiene, y muchas. Algunas iguales a las mías, y otras diferentes.

Con las personas con discapacidad ocurre lo mismo. Por supuesto que tienen capacidades, pero diferentes. Por ejemplo, Álvaro no tiene ninguna discapacidad a la hora de caminar por la calle, anda, ve y escucha perfectamente. Sin embargo, las personas con discapacidad física, visual o auditiva sí pueden ver mermadas sus capacidades si el entorno urbano no está adaptado para ell@s.

De hecho, la RAE describe a las personas con discapacidad como “aquellas que, por su condición, se enfrentan con notables barreras de acceso a su participación social”. Por tanto, eliminando esas barreras, sería lógico pensar que facilitaríamos esa integración social, ¿verdad?

No son pocas las situaciones incómodas vividas a causa del síndrome de Down de Álvaro: cuando, en un restaurante, me preguntan A MÍ lo que él quiere beber o comer, cuando en el registro de un hotel me piden A MÍ su DNI; o cuando en una consulta médica, en la que él es el paciente, me preguntan A MÍ qué le ocurre A ÉL.

Todavía falta mucha concienciación social acerca de esta realidad, de la que nadie está libre de no vivirla en algún momento de su vida. No nos olvidemos que la mayoría de las discapacidades existentes son adquiridas de forma sobrevenida, y solo un bajo porcentaje de ellas son congénitas. No esperemos a adquirir esta condición para abrazar la discapacidad.

Rosa Martinez

Fundadora y CEO de IntegrAzafat@s Agencia Inclusiva