Muchas cosas han cambiado desde que empecé mi carrera como profesional y, sobre todo, como mujer. Los referentes crecen y el colectivo femenino estamos dando pasos de gigante pero los retos siguen siendo numerosos. El día o el mes de la mujer sigue siendo tan necesario como su reformulación. El empoderamiento y el liderazgo está cada vez más presente, pero solo en algunos ámbitos.
Una sociedad igual, compensada, necesita una mayor presencia de la mujer en el actual desarrollo tecnológico, en la construcción de algoritmos y la digitalización. Hablo de aspectos fundamentales como que nuestros datos aparezcan en las bases de datos clínicas y que se enfoquen ciertas enfermedades con perspectiva de género. Si las mujeres no alcanzamos también ese campo, no acabaremos de acortar la brecha que por fin parece empezamos a dejar atrás.
Nosotras, en algunos momentos nos hemos puesto nuestros propios límites: el síndrome de la impostora, el techo de cristal… En nuestra mano está vencerlos y mostrarles a las generaciones más jóvenes que los techos están para romperlos, que somos capaces de llegar allí donde nos propongamos, donde cada una quiera.
Pongamos en valor todo lo que hemos conquistado, como la crianza conjunta, que las mujeres jóvenes ya tienen interiorizada. La conciliación es algo que ya está en nuestro hardware. Impulsémonos desde ahí. Para mi generación era algo absolutamente impensable, pero ya estamos en ese escalón, cada vez más arriba.
Quitémonos también el lastre cultural de que estamos más preparadas para afrontar tareas relacionadas con los cuidados o con temas que tengan impacto social y pensemos que el Big Data o el Internet de las cosas nos necesitan.
Yo no tuve muchos referentes femeninos. Pero mi carrera profesional siempre estuvo impulsada por mi madre, que se empeñó en que mi hermana y yo estudiáramos, que nos fuéramos de la ciudad, que nunca tuviéramos que depender de nadie. Probablemente nos educó en unos valores que ella echó de menos.
Mi referente laboral fue mi padre, el sustento económico de mi casa y el ejemplo profesional. Pero las mujeres tenemos un estilo de liderazgo que no es exactamente igual que el masculino. Por eso, tuve que deconstruir ese modelo y encontrar mi propia personalidad y mi propia forma de liderar.
A veces, he tenido que ser disonante en ciertas reuniones y llevar roles que no encajaban del todo en el mundo masculino en el que me movía. No es fácil cambiar las cosas. Sobre todo las de palacio, que como dice el dicho… van despacio. Ojalá mis aprietos, mis miedos y mis dudas, sirvan para que las nuevas mujeres no tengan que disonar y puedan finalmente liderar -sin complejos ni justificaciones- como una chica.
Tonia Salinas
Directora Gerente del Parque Científico de UMH de Elche