“Por desgracia nosotros los pescadores no ponemos ni quitamos... sacamos. Tenemos que ajustarnos al ciclo natural del mar"
En la época en la que los suegros de Carmen Argudo trabajan en el Grau de Gandía, él faenando en la mar y ella en casa de redera, ninguna mujer salía a pescar. Su contribución a la economía familiar y al sector resultaba innegable, no solo fabricando, reparando y limpiando las redes, también llevando la contabilidad del barco y atendiendo a la gestión de la burocracia y la normativa, pero de echarse a la mar cada día, nada, de eso se encargaban los hombres.